Historia de las viviendas modulares: ¿cómo nacieron?
El camino del ser humano en busca de un techo cómodo bajo el
que cobijarse ha hecho que, a lo largo de la historia, el diseño de las viviendas
evolucione en función de las necesidades higiénicas y estructurales de las
diferentes sociedades. Dentro de este proceso, la construcción industrializada -raíz de las propuestas de Resan
Modular-, que consideramos como una apuesta clave para levantar los inmuebles
del futuro, nació formalmente en el
siglo XIX, gracias a la Revolución Industrial y enmarcada en la
colonización de Australia por parte de Inglaterra.
Hacia 1830, el carpintero
Herbert John Manning diseñó una casa prefabricada para su hijo, que tenía
previsto emigrar para establecerse en la lejana colonia. Fue así como salieron
al mercado las Manning Cottages, modelos de madera que buscaban aunar sencillez en la construcción,
mediante el ensamblaje de piezas ya montadas en el taller, y facilidad en el
transporte.
En palabras de Manning, ninguno de los elementos de sus
viviendas pesaba más que un hombre, lo que, en caso de necesidad, permitía
trasladarlos sin ayuda de carros y animales de tiro. Se trataba, además, de
prototipos desmontables, pensados para acompañar al colono en una nueva vida
donde podría tener que enfrentarse a situaciones imprevisibles.
En décadas posteriores las casas prefabricadas estuvieron
ligadas a los procesos coloniales hasta que, a principios del siglo XX,
superaron estas limitaciones y se
popularizaron en Estados Unidos de una manera muy curiosa: a través de la venta
por catálogo. Firmas como Sears, Roebuck
and Co. o Aladín ofrecían a sus clientes kits que les permitían levantar sus propios hogares, adaptándolos a sus gustos y a sus
presupuestos en una suerte de hágalo-usted-mismo de lo más ambicioso.
La venta de estas casas funcionó muy bien hasta los albores
de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, Sears, Roebuck and Co. entregó entre
70 y 75.000 inmuebles entre 1908 y 1940, correspondientes a un total de 447
diseños diferentes.
Mientras tanto, arquitectos de renombre se atrevían a romper
con lo establecido y a experimentar con la construcción industrializada. Frank Lloyd Wright,
precursor de la arquitectura orgánica, ideó unos modelos que denominó casas de
la pradera (prairie houses), en
cuya estructura incorporó bloques de hormigón armado prefabricados, amén de
diversas innovaciones en el campo de la climatización. Dentro de esta categoría
obras destacan la Martin House en Buffalo (Nueva York, 1904), la Coonley House
en Riverside (Illinois, 1908) y la Robie House en Chicago (1909).
Por otra parte, Walter Gropius,
padre de la Bauhaus, se atrevió a difundir en Alemania un nuevo paradigma
constructivo en cuya generalización futura confiaba ciegamente. De este modo, diseñó por encargo del Ayuntamiento de
Dessau las siete Casas de los Maestros de la Bauhaus, que serían levantadas
entre 1925 y 1926.
Se trata de seis viviendas adosadas y una independiente que
ocuparía el propio Gropius como director de la Bauhaus. Este apostó por la industrialización en la fabricación de
los elementos, considerando que este sistema simplificaba los trabajos e incrementaba
la eficiencia constructiva.
Sin embargo, a pesar de la valentía de Wright y Gropius, el diseño en la arquitectura modular y las
soluciones prefabricadas a pie de calle vivieron de espaldas durante décadas.
Hubo que esperar a la Segunda Guerra Mundial para que estos dos mundos firmaran
una alianza, como os contaremos próximamente.
Buen aporte!
ResponderEliminar